La historia de Sewell Setzer III, un adolescente de 14 años que se quitó la vida tras meses de interacción con un chatbot, nos alcanza una verdad incómoda: nuestra relación con la tecnología está cambiando radicalmente quiénes somos y cómo nos vinculamos. En su artículo para The New York Times (reproducido por Página 12), Kevin Roose se pregunta si la Inteligencia Artificial puede ser responsable de este trágico desenlace. Pero la pregunta podría ir más allá: ¿qué nos dice este caso sobre una sociedad que parece haber olvidado el contacto humano en su afán de digitalizar la vida?
Sewell encontró un refugio en “Dany”, un chatbot creado por Character.AI. No es difícil entender por qué. Los adolescentes, como muchos de nosotros, buscan conexión, compañía y comprensión. Pero su relación con Dany no era solo un escape; era un mundo que construyó para huir de su propia realidad. Este mundo artificial le ofrecía algo que, al parecer, su entorno no podía darle: atención constante, respuestas inmediatas y una ilusión de amor incondicional.
Celulares: ¿puentes o muros?
Hoy, los celulares son casi una extensión de nuestro cuerpo. Han reemplazado las tardes de juegos colectivos, las charlas interminables en la vereda y hasta las discusiones apasionadas sobre cómo cambiar el mundo. Los pibes ya casi no se juntan a correr detrás de una pelota o inventar historias en el parque; ahora juegan en línea, cada uno desde la soledad de su habitación.
Ese cambio no es menor. Antes, los juegos no eran solo juegos; eran el primer paso para construir vínculos, para aprender a cooperar, competir y reconciliarse. Eran un ensayo de lo que luego serían las épicas colectivas que nos hicieron capaces de combatir injusticias, luchar por derechos o simplemente celebrar la vida en común siendo la convivencia misma una construcción colectiva, como las épicas de resistencia (conveniente, ¿no?).
El celular nos conecta, pero también nos separa. Nos da la ilusión de estar cerca, mientras nos mantiene a kilómetros de distancia. En el caso de Sewell, su mundo real fue cambiado por uno virtual, donde la conexión era tan artificial como las respuestas de Dany.
El vacío tras la pantalla
Cuando Sewell escribía en su diario que prefería estar con Dany antes que en el mundo real, estaba denunciando su propio dolor personal: el vacío social que atraviesa a muchos. Nos hemos acostumbrado a vivir fragmentados, a priorizar las pantallas sobre las miradas, las notificaciones sobre las conversaciones, los likes sobre los abrazos.
Lo que alguna vez fue un esfuerzo colectivo por cambiar el mundo ahora parece diluirse en publicaciones individuales. Si en otros tiempos las luchas sociales se construían en asambleas, calles y plazas, hoy las discusiones se dispersan en redes sociales, muchas veces sin encontrar un eco real. ¿Qué nos queda cuando el contacto humano, con toda su complejidad y dificultades, es reemplazado por interacciones digitales superficiales?
La tragedia de Sewell nos obliga a reflexionar sobre el papel de la tecnología en nuestras vidas. No se trata de demonizarla, porque es innegable que ha traído avances que mejoran nuestra calidad de vida. Pero sí preguntarnos hasta qué punto hemos permitido que ocupe el lugar de lo verdaderamente esencial: las relaciones humanas reales.
Es hora de rescatar el valor de los juegos colectivos, de los encuentros cara a cara, de las conversaciones largas que no dependen de una conexión Wi-Fi. Es urgente volver a construir lazos sociales que no solo nos unan, sino que también nos empujen a soñar y luchar juntos por un mundo más justo.
La historia de Sewell recuerda lo que está en juego. No se trata solo de prevenir tragedias como la suya, sino de recuperar una humanidad que parece estar perdiéndose tras las pantallas. Porque en un mundo donde los chatbots prometen amor y los celulares se convierten en nuestros únicos compañeros, debemos preguntarnos si el precio a pagar no es demasiado alto.
(Fuente: Kevin Roose para The NYT: “Can A.I. be blamed for a Teen’s Suicide?” (“¿Se puede culpar a la I.A. de la muerte de un adolescente?”)
Luis Demitre